Hace poco más de un año, Gonzalo Petit tomaba mate en Motevideo mientras soñaba con jugar algún día en la máxima categoría de su país. En unos días celebrará su 19 cumpleaños al otro lado del charco, a miles de kilómetros de su familia, en una ciudad de la que ni había oído hablar hasta este verano. Por el camino, su debut en Primera, los goles con Nacional, el tanto en el clásico ante Peñarol, las convocatorias con la sub 20 y su fichaje por el Betis. Todo ha ido tan rápido que siente vértigo al mirar hacia atrás. “Cuando venía en el avión pensaba un poco en todo lo que me ha pasado y la verdad es que es increíble, porque no esperaba dar el salto a Europa tan pronto, pero es lo que quiere todo niño que juega al fútbol así que tengo que aprovechar la oportunidad”, reconoce Petit.
12 goles en 34 partidos han sido aval suficiente para que el Betis desembolse 6 kilos por un jugador que aún es una promesa. Su paso por Sevilla fue casi testimonial para firmar el contrato, porque su destino estaba marcado: Anduva. Los goles ante Granada y Albacete han sido la mejor terapia. “Sentía mucha presión, que yo mismo me la meto porque sé lo que he costado y porque sé que tengo que demostrar. Ver puerta ha sido un alivio”, admite el delantero rojillo, que todavía trata de asimilar todos los cambios que ha experimentado su vida.
Por si fuera poco, tiene la difícil misión de hacer olvidar a Panichelli. Las comparaciones no le asustan, porque en Uruguay muchos ven en este espigado punta al sucesor de Enzo Francescoli, posiblemente el mejor futbolista charrúa de la historia. “Panichelli dejó el listón muy alto pero somos futbolistas diferentes. A mi me gusta estar en contacto permanente con el balón y llegar a la zona de definición”, explica. Tampoco ve similitudes entre la plantilla actual y la de la temporada pasada. “Ojalá podamos dar a la afición tantas alegrías, pero somos un vestuario nuevo y ni siquiera va a ser la misma forma de jugar”.
Si algo no ha cambiado en la vida de Petit es el mate, su compañero inseparable. Por las noches llama a su familia. “Les digo que vivo en una ciudad muy cómoda y que estoy en un buen club. Eso les tranquiliza”, confiesa el delantero uruguayo, que ha empezado con buen pie su sueño de hacerse hueco en el fútbol europeo.